Te busque toda mi vida,
por algún extraño e inmerecido designio,
te encontré, tuve la dicha infinita,
la que solo pertenece a los dioses,
vivir en el paraíso de tus ojos...
Pero yo no era divino,
simple mortal,
no soporte retener tu mirada,
jugué con los celos,
discurrí en tu pasado tratando de ver en lo divino,
quizás no a ti, sino a mí,
perdí en esa búsqueda mi camino, el rumbo,
me deje llevar por las corrientes de la lujuria,
sin entender o negando tus palabras,
malinterprete tu ayuda, tu bendición…
y hoy,
sin ti,
mi cuerpo se quema en la hoguera del engaño.
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