Estás dormida en la mañana cierta
y sutil como el agua del océano.
Con la boca siempre dulce y roja,
con el puerto entreabierto de tus manos.
Se te inundan en la noche de siempre
las sentinas de todos tus naufragios.
Y sales de la mar henchida en besos
al campo azul de aquellos mis quebrantos.
Ah diosa del amor y la substancia
espiga de mis noches y mi faro.
Me regalas las voces de tu entraña
sin enunciar de tus labios ni un reclamo.
Me tiendes los aromas de tus besos,
me acunas con pudor siempre en tus brazos.
Amiga de mis horas de nostalgia,
dorada flor de tiempos tan mundanos.
En tus tiestos te duermes para siempre
y brillas como el sol que tanto amo.
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