Si un corazón tan frágil como brilla
siente que las palabras adecuadas,
sometido a conductas tan malvadas
no acoplan el afán de su boquilla,
será que no le toca la espinilla,
ni tiene en mente cuántas cachetadas
sobrelleva y aguanta registradas
el sufrido tesón de su barbilla.
Pero nadie domina su cabeza
cuando esa sensación llega a los huesos,
donde naufraga todo pensamiento,
ni apostando el carácter con firmeza
canjearía júbilo por besos
aunque fuese sujeto a juramento.
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