Estoy aprendiendo el oficio de morirse uno,
el oficio de dormir a diario, de perderse,
de no saber nada ni sentir por las noches
si hay frío o calor o humedecerse.
Estoy aprendiendo a huir con los fantasmas del presente,
a llevarlos conmigo, a invitarlos a una copa,
y luego ya borrachos hacerles la broma
de que están vivos y jugar que me tocan.
Debo aprender el oficio de soñar:
es lo único que me recuerda que aquí sigo
y no soy tan bueno en esto, pero debe haber
algo que me lo enseñe como si fuera un libro.
|