Me duele tu salida
y el tajo al corazón tal vez partido
por la fugaz herida
que rompe de mi nido
el verso tan tenaz que nunca pido.
Que no se canse el lecho
de estar así en ti transfigurado.
Exijo mi derecho
de ser crucificado
en el cielo por todos sustentado.
No duermo sin la flama
encendida en el centro de la hoguera,
si doy a la que ama
precoz pasión que fuera
como tu voz, ardiente y lisonjera.
¿Quien sirve a mi sustento
si soy de ayer y hoy apasionado,
si en tanto sopla el viento
seré yo condenado
a regalar mis cuitas con enfado?
Constrúyeme las naves
donde transcurre calmo y forajido
el vuelo de mis aves.
No dejes sin sentido
las coplas de tu canto ya aprendido.
Si caigo miserable
en la tumba de almas fenecidas,
mi sed será insaciable
y el rey de las partidas
será el dolor por siempre condenable.
Morir quiero contigo,
sí, disfrutar el aire, la templanza,
ser único testigo
del mundo que te digo
que a pasos tan gigantes nos alcanza.
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