Oficio… de poeta enajenado
en este mundo singular, bravío,
rogándole a mi Dios cruzar el río
sobre las piedras de anchuroso vado.
Vivir feliz con mi alma en desenfado
sin reproches en mí, ni un desvarío,
colmar de amplios mares mi navío
con el viento de frente, huracanado.
A la meta arribar, asaz erguido,
llevando por bandera una proclama
sin tampoco exigir la gloria y fama.
No arredrarme jamás con el bramido
de ese destino que al morir nos llama
a un final presuroso y tan temido.
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