Yo canto a la piedad de tu retorno incierto…
el místico poema de un gozo en la penumbra,
a la tierra y humedad de aquel lejano huerto
donde a mis pies tejiste el sol de tu momento.
Y canto a los albores de aquellas emociones…
un alto faro suave de tantos ojos tristes,
al fondo de tus naves … al rey de las tormentas
y a todo lo que sabes del tiempo que me diste.
Es activa y eterna tu luz de niebla blanca,
caprichosa en la noche como lejano llanto.
Suave arco iris tierno, perlado como alba
y en las noches tejido con fuego de quebranto.
Lloro a tus tardes mustias, al otoño distante,
al pomo de tus besos y a todas las angustias.
¡Ah..! Grito de tus dedos, un suave estiletazo…
el toque de tu mano y el roce de un abrazo.
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