A Olga Orozco, que me
recordó la ortiga
De niño conocí la ortiga. Fue en los campos del sur.
Mi vida aún no tenía ni cicatriz ni sangre
y al sentir el dolor, la quemadura fría,
el escozor lacerante entre los dedos
desbaraté con furia, a pisotones, esa planta agresiva.
Madre sumergió mis manos en el agua.
Padre se rió, burlón y se agachó a besarme;
Aún guardo en el rostro el áspero empujón de su mejilla.
Después siguió la historia: leguas de sables y prostíbulos.
Los duelos de la Patria, llorando escarapelas en la cárcel,
vivando goles en el mundial del siglo;
sintiendo hasta en la base de la lengua
el filo del talismán del enemigo.
Todo lo que me cupo de dolor, lo tuve.
Por eso, al recordar la ortiga, me sonrío...
(De "El libro de la Alegría y otros poemas" 2005)
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