Ese soy yo.
Ese que pasa y que apenas existe cuando duerme.
Ese que se encuentra en las mañanas
exangüe tacto en la esmeril del rostro.
Un costillar de helechos musicales.
Apenas eso, yo, murmullo.
Pero sé de una flor de frágiles venenos
y una madre lloviendo sus penas en el agua.
Sé de hortalizas hinchadas y rugosas
destilando salivas en tardes nauseabundas.
Sé el eructo del hambre en turbias madrigueras.
No pido perdón. No me avergüenzo.
Yo no soy responsable de la sangre en racimos
ni del sudor rodando a basurales.
Aquí está mi alarido,
mi mano en el cincel del epitafio,
mi intolerante orgullo ardiendo entre las piedras.
(De "El Escriba de los Epitafios y otros poemas" 1990)
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