Me excita tu pudor tan soberano
y el alto palio de tu ser inmenso,
el suave palpitar de aquella mano
y el toque de tus labios tan intenso.
En un diván azul de raso… fuiste
la rosa perfumada en la vertiente.
Recostados los dos tú me dijiste:
mi cuerpo es manantial de casta fuente.
Estuve uncido a ti y nunca en vano
en tus puras y dulces primaveras,
atados para siempre en el verano
y en el otoño vistiendo las quimeras.
Y fue el diván azul de raso triste
la esfinge muda de un amor profano,
donde reímos cuando tú me diste
el quid tan suave de tu blanca mano.
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