Ahora sí reniego mi papel,
y aunque me gustaría disfrutar
con ansias el poderte acariciar,
ya ni recuerdo el tacto de tu piel.
Pero sin pretender probar la miel,
todo hay que decir, muy a mi pesar,
que no haya revolcón que lamentar
ni compromiso al que deberse fiel.
No quiero alimentar ideas raras
a las que niegue dar algún sentido
con la sonrisa muda entre mis ojos,
sobre las que predices que te amparas
ni puedo renegar el haberme ido
cuando no has refrenado tus antojos.
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