Las manos de mi madre eran dos palomas,
siempre en vuelo, abiertas de par en par,
bellas por encima de todas las cosas,
tiernas, cálidas, dignas de admirar.
Dulce madre mía, habitante del azul infinito,
de la más bella y colosal estrella;
extraño tus risas, consejos y cariños,
tu voz y tus ojos verdes de miradas bellas.
Nada es igual desde tu partida,
la poesía ya no es suficiente;
este día 12, será una fecha fría,
55 Aniversario de tu boda, celebración pendiente.
Dulce madre mía, estás en los cielos,
desde tu estrella, la más bella y colosal,
sabes bien cuánto tu partida siento,
ya nada es igual, tu ausencia es total.
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