No hay solaz en las tardes que te espero,
no hay suficientes horas en el día,
para seguirte amando, amada mía,
para quererte como yo te quiero.
Me siguen la ansiedad y el desespero
por sendas del amor y la agonía,
y muero en los minutos que sentía
vibrabas, en mi ser, de cuerpo entero.
¡Llévame!, con el céfiro que esconde
entre crestas del mar y en tu lamento.
¡Llévame!, con la noche que siguiera
al susurro del tiempo, que responde
con segundos de apuro y cruel tormento;
al sueño, ¡donde amarte más pudiera!
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