La propia desazón del pensamiento
con frecuencia me lleva a ser prudente
tratando de olvidar aquella fuente
de la que se nutrió mi parlamento.
Y aunque a veces se muestre algo violento
nunca me lo imagino diferente
al ser el resultado del ambiente
no le sería cómodo otro cuento.
Fuera que al levantarme del camastro
muy temprano y sin ganas, vaya broma,
hubiera quien el pelo me tomara,
al echarme por tierra el alabastro
que aderezado con sutil aroma
hiciera que a la fuerza me callara.
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