Cuánto se retrasó mi adolescencia
esperando que Dios alguna vez
escuchara mi voz con nitidez
sin hacer que perdiera la paciencia.
Pero pronto aparece la impotencia
al dar de frente con mi propio juez
calando su doctrina en mi vejez
hasta lograr minarme la conciencia.
No negaré que soy muy vulnerable
a cuanto me produzca malestar,
haciéndome pasar la noche en vela,
pero ojalá me fuera también viable
un alegre vivir, sin lamentar
que haya gente si pan en la cazuela.
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