Quién sabría decirme exactamente
si no terminaría detestando
la sinrazón que está contaminando
cuantas vivencias ves venir de frente.
¿Quién podría negar tajantemente
que si viviéramos por fin amando,
no estaríamos siempre disfrutando
de forma racional y complaciente.?
Y es que los paraísos fabulosos
nos convierten la mente en un oasis,
donde se mueven a placer los timos
a lomos de caballos ostentosos,
aunque rompan el alma desde el chasis
y hagamos siempre sin parar de primos.
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