Ojos extravagantes, precipitosos ojos,
tuvieron en el vientre
de mi madre la paz de sus tinieblas,
sutiles manantiales,
y vieron el latir de sus entrañas.
Luego al nacer hirieron sus retinas
los libros de mi credo
en la iglesia y la pila del bautismo
y fueron para bien
las ventanas de todo mi eufemismo.
Supieron -de niños- mis calmos ojos
voltear hacia la luna
y medir de los montes la distancia.
Si cupo el mundo en ellos
fue un secreto de viejas quiromancias.
Miraron a los pobres, la riqueza,
a los cansados viejos,
a los niños dejados en la calle
a la mano de Dios...
y a la miseria en todos sus detalles.
Estos calamitosos ojos -que de jóvenes-
supieron del espanto
de ver sangre tirada en los caminos,
mis tesoneros ojos
muy curtidos a veces por el llanto.
Pudieron soportar crueles ventiscas,
el embate del fuego,
terremotos de fuerzas colosales,
la luz de una mirada
y el requiebro de diosas y vestales.
Estos ojos nacidos al quebranto
de un loco amanecer,
descubrieron ha tiempo el caserío
de la lujuria de los horas muertas
y se dieron al placer
de contemplar las márgenes del río.
Nunca iracundos, fosas piadosas,
lectores de mil noches,
a veces desolados vagabundos
pero siempre felices
al tremolar de todos los derroches.
Cargados de la mies y la substancia
de casas non sanctas,
llevaron a mi vida el equilibrio
de comprenderse humanos
y por demás sensibles al ludibrio.
Dispuestos a mirar las cosas bellas
captaron de la noche
la danza de mágicas luciérnagas,
la faz del horizonte
y el brillo cenital de las estrellas.
Ojos serenos de mirar tan mío
ojales de prodigio
y umbrales de mi yo espirituoso.
Ojivas colocadas en mi frente...
son una suave pausa
para mitigar al orbe tan sombrío.
Sellaron con lágrimas
la ilusión rota de mis viejos tiempos
y vieron trajinar en los destinos
la fiebre del pesar
de aquellos años para siempre idos.
Ansiosos como el ave
que irrumpe majestuosa en la mañana,
febriles y candentes...
mis tendenciosos ojos mirarán
los aciagos perfiles de la muerte.
Serán los ventanales
por donde salga el alma adolorida
¡Oh..! Noche de mis males,
cuando le diga adiós a mi familia
al subir a la barca
donde despedimos al mundo y a la vida.
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