rozando los esqueletos de las hojas que quedan
después del otoño pasado en aquel olvidado rincón,
me dices…
que mi amor es sólo un tren con boca de colibrí
y yo levanto mi cabeza, fijo mis ojos en tus pupilas
y digo: tal vez, tal vez sólo sea una hormiga lamiendo
los bordes inconclusos de tus pasos en mis ojos
y ríes, como si los artejos arlequinescos de mi voz
sólo fueran el bagazo del último otoño, donde
se fueron las hojas, calzadas a la aterciopelada
sombra gris de los colibríes transparentes,
te digo…
no me apacigües ahora que girófago intento
remediar los males, peregrinar por los azules
y amortajado por ese giro que a veces haces
me bebo el ondulado viento, apifanado y quedo
que se lleva a pasear, quien sabe a donde,
los ínfimos huesos de las hojas
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