no te nombro cada vez que huelo la noche
y la corto en nubes tan delgadas que caben
en la arena
navegando un solsticio completo sobre
el jardín lleno de colibríes fosforescentes
no, no es la palabra la que encanta sino
lo que resbala en cada racimo húmedo
lo que rasgo con mis dedos al acariciar
la sombra
no dejo converger el sonámbulo beso
que te toca, ciego en cada rama
amarillo en cada roce de la espuma
que errante se deja amamantar en tu seno
no es la paciencia del espejo la que espera
refugiarse en mil remolinos divergentes
cada pisada, cada pétalo inconcluso
respira en ti
sombriente azucarada de los rincones
no, no es el circadiano brote de tu seno
tierra invertida que vuela sobre mis ojos
fatigada de horas y semáforos ligeros
en tu cielo gris
no, no se acumula el sudor transparente
de las sedientas y secas notas del viento
que onduladamente penetran las colinas
no te nombra la azulina palidez de la noche
incandescente
donde recojo del arrullo de tu vientre
la peregrina concavidad que me intimida
y deja caer gota a gota el inesperado
filo del cuchillo que se acuesta junto a mi
a esperar los días que no han transcurrido
aún en nadie

zuaznabar