No quiero convertirme en abogado
de las causas a priori ya perdidas
porque seguramente huelan podridas
mucho antes de pegarles el bocado.
Con frecuencia las dejo algo de lado
porque son experiencias ya vividas,
de algún modo bastante consabidas
que me puedan dejar descamisado.
Por si acaso a la fiesta no me llamen,
en mi cueva me quedo tan tranquilo
manteniendo a resguardo mis narices,
y si me necesitan que me aclamen,
respetando eso sí mi fiel estilo,
tan pronto que se sientan infelices.
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