Te descubro como la madre amorosa,
cariñosa y paciente
con sus hijos y nietos;
en el timbre de tu voz descubro
la cadencia de la marimba;
en tus ojos se reflejan
las estrellas y luceros del firmamento y en tu mirada,
la quietud de la laguna;
dos garzas al vuelo son tus manos;
tienes la hermosura de la ceiba,
la fuerza de los cedros y caobas;
eres mujer de mil batallas,
mujer de mil rostros,
que te paseas entre panales de miel,
entre los cocoteros y manglares,
entre los árboles frutales,
así en EL PARAÍSO te descubro,
con tu sonrisa franca
y tu abanico de colores,
a la orilla del Río Grijalba.
Dedicado a
Josefina Quevedo de Broca
23 junio de 2009
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