Te digo adiós con pena en mi partida
cuando los dos sabemos
del pasado de perennes glorias…
tan limpias como el aire
en las horas más recias de la vida.

Te digo adiós con la sangrante herida
curtida por el sol
en lo infausto de aquellas mis memorias
al restañarse así
la página por ambos concebida.

Me voy rumiando alegre mis dolores
en épicas jornadas
del desenfreno de las horas ciertas
de las oscuras huertas
al postrero sin fin de mil amores.

Me voy en la calandria arrebatada
del ósculo rumboso,
con el delirio de deidad pagana
del tiempo tempestuoso
que percibe el perfil de tu mirada.

Partiré con el mar embravecido
tan lejos de tus ojos,
pero tan cerca del mudo desmayar
de la fastuosa fuente
pulida con cincel suave y florido.

Me llevaré tus notas, tu plumaje,
tus pies encantadores
y de tu voz la nueva melodía,
tus ojos soñadores
y la luz incandescente del paisaje.

En la larga cuaresma de mi empeño
me iré tal vez de día,
con suspiros, sin flores y sin llanto
en el albo amanecer
del que seré aún mundano dueño.

Me iré dejando el fausto
de aquellos mis amores,
el agua bendecida,
el torrente montuno de estos versos,
la sombra de mi arcilla
y el río inagotable de mis besos.

Julio Serrano Castillejos