Yo que fuí águila
de altas cumbres,
libre y veloz,
surcando distancias,
la que se alzaba,
de un vuelo, planices
y valles dominaba.
Ahora soy hojarasca,
zarandeada por el viento,
que fué perdiendo color,
del verde-amarillo,
ya no queda nada.
A ras de suelo pisada,
duele, no me quejo,
miro, suspiro hondo,
estoy resquebrajada.
Y doy gracias
a esa gran alma,
ella me escucha,
aconseja, está cuando
mi corazón habla,
ella es mi ayuda
en la hora baja.
Ella compañera amiga,
con la que comparto
horas calladas,
trabajo, risas, bromas,
sobre la vida
que viene y que pasa.
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