Gracias a ti Señor, te doy las gracias
por regalarme el viento
y por todas las cosas prodigiosas
que bajo el sol me diste
con la insignia distante de tu aliento.
Te agradezco la luz, también las sombras,
el ritmo de Tus pasos,
la belleza sangrante de la aurora,
la paz tal vez difusa
y del cielo las nubes y sus combas.
No me pides que siga a mis iguales
o al lobo taciturno
ni que arrastre mi cuerpo por el fango,
pues basta a tu sapiencia
solicitar de mí bordar el himno
de tardes otoñales.
Cuando tus tersas manos
dibujan en los aires la montaña
me acerco a Ti lloroso,
al percibir la cruz en mis entrañas…
de tu dolor airoso.
Gracias a ti Señor, te doy las gracias
por la esposa en cuyo vientre puse ayer
los lirios de mis besos,
por el ritual de aquellas hidalguías
de todas mis fragancias…de todos mis excesos.
Oh, padre y muy Señor… Señor por siempre eterno,
autor de simetrías,
labraste con tu amor la faz primera
que guarda en nuestra tierra
la frágil luz, la sombra y el oro de tu verbo.
Prestadme por favor mi Dios querido
la mano que sustenta
a las torres y al pájaro aterido
para surtir con ella
de calma portentosa mis mañanas.
Te debo a ti Señor
que hoy me seduzca el tiempo y tu suplicio
y también el ensayo de las horas,
tu dulce sacrificio
y el alto cielo en donde siempre moras.
Prestadme por favor la luz primera
para calmar mi cuerpo
en los duros momentos de la vida.
Acompañad mi alma prisionera
y dejadme partir
hacia mi eterna y nueva primavera.
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