Pues adiós dos mil nueve
que contigo se vayan los ladrones
ávidos en buscar por los rincones,
bien que arrecie el calor o incluso que les nieve.
Quizás nunca se sepa cuánto el capo se lleve,
tan seguro escondiendo sus razones
entre sus bien planchados pantalones
sin ver cuanto se debe.
Pues para el dos mil diez mi gran deseo
sea felicitar a todos los poetas
adornando con versos sus venturas,
alejados sin duda de cualquier ajetreo
cuando por medio hubiesen escopetas
dispuestas todas juntas a entablar sus diabluras.
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