Ojalá que abandone
mi modorra dogmática, dios mío,
pues hasta de mis fuerzas desconfío
sin duda alguna cuando el Credo lo dispone.
Ojalá que algún día mi mente lo razone
sin meterse en cualquier profundo lío
del que termine por notar hastío
si en peligro se pone.
Y buena culpa tiene el Vaticano
sorteando intereses a la vista de todos
sin cortarse jamás ni un solo pelo,
mostrándose tal vez como cualquier tirano
arrastrando su fe con ambos codos
en medio de su propio y fecundo señuelo.
|