Si hablan los asnos igual
en cualquier rincón del mundo,
pensaba así de profundo
un burrito liberal,
sería cosa genial
redactar un reglamento
que prohíba en el momento
otra forma de expresión
que no sea la canción
que bien entiende el jumento.
Y las mulas lo aprobaron,
y los pollinos también.
Todos los rucios de bien
un documento firmaron.
En aquel día acordaron,
como lengua principal
y único idioma legal
– sin que ningún otro fuese
aunque con él se naciese –
el “rebuzno universal”.
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