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La amistad - Prosa poética



La amistad es como un perro fiel que lame las manos de su amo, pero sin pulgas, su credo es la inocencia y nada sabe de razones absurdas.
Parece un crepúsculo sensitivo y su bandera más limpia es la verdad sumisa. La amistad es desinteresada y cuando es auténtica se eterniza. No cabe en la política y estorba para subir los peldaños de la vida pública.
La amistad no tiene color ni banderas ni la venden en las misceláneas y mucho menos en las boticas. No la pudre el agua ni la mancha la grasa. Tampoco se deshace con el fuego ni se consume en las cárceles, cuando es sólida, ni la deteriora el viento o el más trepidante terremoto.
Es la más grande alegría de la mente cuando de niño percibes la mano amiga de tus padres, de tu nana o de un condiscípulo y ya no se diga la de un maestro que te ha enseñado las primeras letras.

Mis primeros libros fueron mis mejores amigos. Lloré con las frases de “El Príncipe Feliz” y aprendí a sentir la sensibilidad del alma con las
humanizadas historias de Perrault. Julio Verne me llevó a la luna y Víctor Hugo a las callejuelas de París. ¡Qué grandes amigos míos
fueron Miguel de Cervantes Saavedra y Edmundo de Amicis..!
La amistad verdadera huele a pan recién horneado, sabe a leche materna. Es la amistad la medicina ideal para curar la soledad y es más grande y eterna que el mar y todas las estrellas juntas. El poeta Sabines decía que la luna se podía tomar a cucharadas y yo para no ser menos me pongo emplastos de amistad en el pecho y así atiendo médicamente el mal humor y las agruras.

Mis amigos pájaros, mis compañeras hormigas, los escarabajos en el jardín de la casa y las mariposas volanderas en los parques son por
supuesto los más leales contribuyentes de mi felicidad imperecedera. Cuando mueran todos mis amigos entonces pediré irme de este mundo,
para que mis descalcificados huesos a nadie causen lástima y mi organismo se agregue a la amiga tierra.

Mi esposa es mi mejor amiga y substituyó en mi corazón la amistad
de mis padres, ya desaparecidos. Mis hijos y mis nietos, son y fueron hermosos duendecillos de la amistad a los que un día dejaré de ver con los ojos carnales pero no con los del alma. Espero encontrar algún día amigos míos como Cristo, Buda, Mahoma, Mahatma Gandhi y Juan Pablo II, y porque no, a Marilyn Monroe también.



Julio Serrano Castillejos

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Publicado el: 11-04-2010
Última modificación: 00-00-0000


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