El tiempo llegó para quedarse amada mía,
como una impronta cobarde y dolosa,
arrebatando tu jovial frescura y la mía;
¡no importa, aún eres la más hermosa!
Aunque cerca estamos del seguro ocaso,
aún vibramos como si el primer abrazo,
¡cómo se agitan los corazones y tiemblan los labios
de juveniles, briosos y rebeldes amoríos!
Todavía esparces añejas fragancias de rosales,
y tienes mirada de cielo incólume y brillante,
pero, más pronto que tarde por tiempos inexorables,
seremos mariposas aleteando hacia la muerte
Te aseguro que mi alma sopesa tu inevitable muerte,
y se resiste como nadie a tu imagen fría e inerte;
pero es lo que quiero queridísima amada mía,
no deseo que sufras y mueras por mi propia agonía
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