Como no hay mal que cien años hoy dure,
que me digan por qué las guerras santas
persiguen machacando las gargantas
a todo aquel que en público murmure.
Si como cualquier voz que se asegure
esconder su dominio entre las mantas,
nada hay que no oculten los carpantas
que a su propio gobierno no torture.
Si hasta el sol se escabulle de su ruta,
lejos de los estómagos de acero,
poniendo el cielo fuera del planeta,
donde parte del mundo se disputa
enormes cantidades de dinero
bien escondido tras su escopetas.
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