El hombre nace libre y luego su propia conciencia lo
somete a la esclavitud. Será de cualquier manera víctima
-al ir creciendo- de las imposiciones de las leyes, de
los preceptos religiosos, de los usos y costumbres, de
los vicios del cuerpo, de las fronteras geográficas, de las
modas y de todo aquello que sus congéneres puedan
inventar para limitar las libertades, mismas que gozará
a plenitud por dos ocasiones: en el vientre de su madre
y en la tumba. Líbreme el tiempo de la segunda libertad.
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