Y es la Naturaleza quien impone
los únicos mandatos que perduran
poniendo en evidencia a quienes juran
vacilar de su efecto cicerone.
Y nada hay que a la postre condicione
a todas esas voces que murmuran,
de excesos al planeta ya saturan,
sin que tanta ambición les abandone.
Me pregunto si fuera razonable
rehacer de esta suerte un mundo justo
restituyendo al hombre su entereza,
sin acusar a nadie de culpable,
porque grande sería mi disgusto
ver arrastrada tanta sutileza.
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