Para qué recibir un agasajo
sin confiar de estraperlo una caricia,
si el amor necesita de franquicia
nada vale la pena su legajo.
Y es que cuando se quiere sin trabajo
el amor no genera ni noticia,
salvo que no suponga una delicia
el llevar un vivir de escarabajo.
Quizá el ego se ajuste a la experiencia
enviando querubines celestiales
al rescate de cándidos recuerdos,
libres de que nos zurre la conciencia
al cogernos envueltos en pañales
mientras nos conservemos medio cuerdos.
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