Qué opaca soledad
gravita en tu contorno
cuando luego me dices
esas palabra nuevas
que nunca yo imagino.
Tus ojos se entristecen
y tu boca pálida
me sirve de sendero,
de ruta y de destino.
Tu mirada huérfana
es voz de tu batalla,
la libre luz del faro
que canta un cruel lamento.
Es como nave hundida
al fondo de tu estirpe,
el verbo más humilde,
la frágil pomarrosa
y el llanto que reprimes.
Qué opaca soledad
estás tal vez rumiando.
Cuántas noches de frío,
cuantos salobres pueblos
dejaste en el olvido.
Tu ruta es esperanza
de un trébol ya sin hojas,
mi sino es la mortaja
cubriendo tu martirio.
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