Si nuestro encuentro llevará al recuerdo,
dejadle prisionero.
Si nuestro abrazo, a la pasión, pensadlo:
no habrá regreso.
Si vestidos del pérfido reproche,
volamos a ese mundo lisonjero,
perdiendo en el camino los latidos,
las horas, impregnadas de la espera,
entonces,
¡brindemos!, nuevamente;
sorbo a sorbo, hora a hora,
trago a trago, la sórdida derrota.
Por otro lado;
si aún así, hoy, decidierais recordar,
deshacer las cadenas,
si la pasión febril os ha vencido
huérfana de razones y motivos,
si voláis a ese sol que delirante
lame la húmeda piel
de los amantes;
entonces, procedamos al encuentro:
a las pequeñas muertes,
a las irreductibles voces
que nos harían galopar
los sueños, atrapados en la furia
interminable de las noches,
hasta el final de los voraces días;
desde donde, por más que nos reclame,
no alcanzará el regreso.
|