Poema dedicado a Mario Hernández
Malda, mi amigo modelo de honradez
y de toda la vida.
Vi a aquel muchacho de mirar sereno
formando larga fila,
blanco e inexorablemente bueno,
contaba gracejadas
y de la risa sacudía su pelo.
Fue un impulso fugaz pero al instante
iniciamos la charla,
nos tendimos así el suave guante
de amigos del momento
ajenos al coloquio petulante.
En la escolar ventana de inscripciones
nos dimos el saludo
primigenio y plagados de emociones
de nuestro nuevo mundo
que en la marcha nos viste con sus dones.
Bordamos inquietudes
y juntos navegamos el pantano
donde los mozos pierden las virtudes
al dejarse seducir
por golfas que los llevan de la mano.
Subimos como hermanos
la cuesta pesarosa en la partida
de ardores juveniles
y nunca claudicamos en la vida
en recta calidez de los abriles.
Cuántas delicias del ayer dejamos
en los mutuos recuerdos,
horas diamantinas, transparentes,
torrentes y senderos,
bocas, sienes y marcas en la frente.
Pulimos el jardín
llevando la honradez como modelo,
las manos limpias siempre mantuvimos
y estuvimos en esplín
pero cerca de un ángel y del cielo.
Con las horas las causas se adelantan
y cubren el camino
y los amigos toman su destino
inexorable, fino…
los años en el tiempo se agigantan.
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