Son las siete.
Faltan dos horas.
Dos largas y tristes horas.
No entiendo porqué, de repente,
las agujas del reloj giran tan lentamente.
A las nueve,
a las nueve podré irme a dormir,
sin que sea un escándalo para todos.
Prefiero estar dormida que despierta,
porque cuando estoy dormida no pienso,
no pienso en ti.
Y no siento,
no siento este dolor.
No lloro,
mis ojos están cerrados.
Sólo sueño,
y los sueños son mejores que este tormento.
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