Un homenaje a mis compatriotas mineros.



La siniestra muerte acechando en las tinieblas
desplegó su manto en la húmeda caverna
treinta y tres almas ahora prisioneras
acongojados corazones ahora estremecidos.
Pavor que sube lento y hace nido en las entrañas
cegados, indefensos, enfrentados al destino
la tragedia aparece como aliento pestilente
y acaricia lentamente los cuerpos sudorosos
las voces se entrelazan y la razón se enciende.

Comienza una batalla absolutamente incierta
dos fuerzas que luchan a través de los siglos
la oscuridad eterna, el silencio y el olvido
disputándose la luz, el amor, la vida plena.
Ya suman setenta jornadas de tristeza y agonía
recibiendo cada día dentelladas dolorosas
es la piel que sin sol y sin aire se desgarra
es sentir que se ha marchado la esperanza.

Se remueven inquietas ocultas emociones
caminan entre sombras los recuerdos
no hay piedad ni descanso en la añoranza.

Sin embargo una fuerza incontenible crece
en cada hombre, en cada espíritu sufriente
se eleva una oración que hace temblar la fosa
con fervor, suplicante, es un eco entre las rocas.
Y de pronto van subiendo uno a uno hacia la vida
es la respuesta, es la bondad que abre la tierra
es el poder de Dios que a sus hijos siempre salva.

Mister Chechey