De tanto caminar en mi destino
voy solo en la montaña,
no busco bastedad ni lloro penas
de juventud del alma.
Les doy lo que me dan, las cosas buenas
endulzan el sabor de mi camino.

De tanto meditar ya no medito
no abrigo ambigüedades
ni tengo el pensamiento encasillado
en viejas soledades,
mi tiempo... por el tiempo ha condenado
las preces del amor tal vez marchito.

Ayer de tanto amar lavé mis cuitas
fraguando mi destino
en el delirio de saberla mía.
Por eso yo porfío:
el agua corre por ardiente río
y alimenta las horas de las citas.

Y de tanto añorar en los jardines
acaricié el paisaje.
Perdí la vida deshojando rosas,
así miré el follaje
y hoy recobro la esencia entre mis cosas
o el mar azul del portentoso viaje.

Julio Serrano Castillejos