Enna, ¿acaso te llamó tu hermana
a la ruta furtiva de tu suerte?
Sean tus días sombreados por la vida
la firme llamarada
que hoy te lleva fugaz hacia la muerte.
Dos gemelas yo vi tan parecidas
de rubia cabellera y trazos ciertos
que puedo yo jurar ante la duda
que es un alma que vive
vestida como ángel, en dos cuerpos.
¿Puedo impedir tus pasos fatigados
cuando te vas anclada en lo invisible?
Es tu muerte llegada en este octubre
como ala prodigiosa
vertida en el timón de lo posible.
Pues siempre fue posible tu sonrisa…
tu carcajada que radiante fuera,
tus frescas flores en tu amplia casa
la verde enredadera
y la recia presencia de tu raza.
Con la palabra entre tus rojos labios
diste consejos a tus cuatro hijos,
a tu esposo rendiste tus cuidados,
puliste entre tus manos
de tus horas los tiernos crucifijos.
Enna hermosa, las lágrimas que vierto
en este consabido firmamento
cuando a todos tan tristes nos dejaste,
son la cruz de la pasión
que en tus dulces dolores prodigaste.
Qué inexorable y fuerte resistencia
le dieron Blanca y tú al cruel momento,
sin llorar del trecho sus temores
y sin perder la cruz
que tu madre sembrara en los caminos
Sea entonces el dolor de tu partida
crespón de sol que vibra entre gemelas,
la historia que escribiste moribunda
al expirar ayer
es memoria de vidas paralelas.
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