Mi sino sabe cuanto le conviene,
tanto que de la ciencia desconfío
cuando me hace sentir escalofrío
viendo cómo el peligro le entretiene.
Porque su hambre en alerta me mantiene,
a solas me escabullo del gentío
que a posta me practique un gran vacío
al temer que el destino me condene.
Si la suerte no fuera tan esquiva
seguro me andaría con cuidado
desconfiando sin fe de las promesas,
pues al verlas de forma negativa,
del todo ya me siento maniatado
con cantidad de libertades tiesas.
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