Se perderá mi cuerpo en tolvaneras,
incendiarán cien soles a la muerte,
pero la luz que brota en tus caderas
no detendrá mi voz que te posee,
ni tu rubor será la primavera,
este temblor hará primeramente
que la verdad destelle en tu rivera,
que mi inquietud se vierta de repente.
Al despertar, tu rostro será nieve
y mi pasión la furia que se avenga
en la mentira, siempre pasajera,
en que la vida siente lo que siente.
Al despertar seremos lo de siempre,
un cielo azul, y tú serás sirena,
esa virtud que logra detenerme,
un fino adiós, un aire y piel morena.
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