Jamás llegué a ti muy silencioso
aunque un poco tal vez con elocuencia,
sea entonces la razón de mi imprudencia
la nota cardinal de tanto gozo.
Funambulesco ayer... de ser dichoso
en los goces mundanos de una herencia,
tumultuosa, de fiel iridiscencia,
brillante como halo portentoso.
Silencio, herencia... alma trepidante
del sagrado fervor que me condena
al estrecho cadalso fustigante.
Sea la cumbre furtiva del instante
la muestra del pavor de aquel dilema
del oropel ubérrimo y rampante.
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