Siempre fulgura el cuerpo que ahonda
en mi desnudez.
Nunca es el mismo, todos ocupan
algún rincón,
alguna exótica nueva historia,
amén del calor
con que consiguen apresurarme
a ser hombre y ser
amplio velamen, zona de vida
izándose al sol,
fuga del tiempo, cuna de inhóspita
gravedad
donde flotasen, en la entropía,
yéndose al mar
o hacia la atmósfera en que el olvido
impide que yo
lleno de sueños y falsas glorias
pueda sentir
o sus remotas cuencas dispersas
o su temor.
Soy el rocío de un verso errante,
asilo de paz;
un alquimista que hace diamantes
con el carbón.
|