Yo no sabré el corazón medirte
ni redimir tu vida
en el atrio de altas catedrales
y luego seducirte
si riegas el terreno de mis males
con la fuente del agua maldecida.
Si, el corazón podré
medirte en la distancia
y la diestra extender
en el remanso del dolor tardío
para abatir las velas
que al aire bordan luego
la sombra fantasmal de mi navío.
No soy regla que mide caridades
ni corazón enfermo
que entrega sus arterias al martirio.
La fuente de presagios no se arredra
ni dobla las rodillas
ante nadie
y vigoriza entonces su latido.
Medir tu corazón en el vacío
del rústico dolor
ayer llorado
es arte anonadado entre las hiedras,
es historia del fragor de tu pasado,
es celda que se cierra
y es la bruma tan ardiente del camino.
Medirte así, no es una blasfemia
y menos agreste monterío,
tampoco rastrojo iluminado.
Es memoria de todos mis sentidos,
es mística ilusión
y una verdad que abre los caminos.
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