Hogar arrebatado ha de unirme
y a traslucir entonces con la vida
mis horas y carismas.
Al toque del tam-tam voy a medirle
los dobleces del llanto redimido,
la red de la nostalgia
y el lingote sagrado del olvido.
Sin pecado, sin adiós y sin sonaja
enarbolando la dicha acontecida…
candor en mil pedazos
al golpe del recuerdo yo te amaba.
Hundido en el responso y sin paciencia
devolveré a la tarde
sus mil rayos de luces pueblerinas
la voz de las conciencias
y el faro de luz en sus esquinas.
En el cadalso de la vida impura
iré a darle al frío su condena
tal vez traumatizada
en la sombra que tiene tu figura
y en el toque arbolado de la nada
he de sembrar la pena
de ver tu paso sensorial en cada noche
lejos de mi
en el campo orlado de negrura.
No sé por hoy, tal vez a quien llorarle
en los tiempos de cotos funerarios
que escriben sin clemencia:
al amigo, al amor o a la distancia,
al sopor desesperado
o al sol que pronto arde
en las torres de altos campanarios.
Y no sé en los ritos de mis males
traspasar con las flechas los escudos
de aceros toledanos;
no sé si al transitar las nuevas calles
de mi solar sombrío
tendré los labios mudos...
como aquellos de ayer… que son tan míos.
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