A un fuego arrebatado voy a uncirme
en el cadalso de la vida impura
y así romper sonriente mi atadura
en la batalla… antes de rendirme.
Los ánimos de ayer han de decirme
como arribar al campo de la altura,
un caballero audaz, con alma pura,
con mano suave y con el paso firme.
El fuego arrebatado ya no quema
si el alma goza de radiante acero.
Se esconde la verdad que a nadie enferma
en la savia que tiene postinero
el fasto trasnochar de aquel dilema
del pensamiento audaz y caminero.
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