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El vuelo del ángel


Bólido rojo: mi cuerpo en el asfalto,
tu cuerpo blanco no se deja detener,
y por mi piel suben y bajan
miles de ensambles que son derrumbes
cuando tus ojos derrapan muerte
en sólo segundos
y puedo ver.

Ayer fui mundo, fui muchos hombres,
fui desterrado y por una vez
logré mudarme en vuelos nocturnos,
quise esculpirme en un mar de fuego
y hoy que deambulo campos de hierro
miro en el suelo el polvo desnudo
que estoy a punto
de morder.

Vuelo y si caigo, no caigo herido;
rondo en un tibio y cruento vaivén,
siento en el alma el hondo vacío
que hace a mi sangre
palidecer.

Soy un corsario inerme, y soy trigo;
ramas de mí flotan por doquier.
Sé que conmigo el viento hace esquivos
y revoltosos grumos,
y sé…

que aun si de pie me mantengo erguido
nada podrá entorpecer mis pasos,
porque mis alas se abren a plazos
para esparcirse por la ciudad.

(…)

Ahora que el tiempo acude a mi lado
veo derramarse el agua en mi vida,
tantas memorias que aún no se agotan
y aún tantos sueños que no se olvidan,

hechos de luna y ramos de sol,
hechos de sal que cae de mi frente,
truenos huyendo al fin de mi boca,
gritos humanos que de repente
se me resbalan dando traspiés,

y es que el dolor no da tregua alguna
para encontrar luz en la penumbra,
para existir en el universo.

--Creo que no siento mis manos rotas,
llanto al carbón es hoy lo que tengo:
llanto de olvido y una corona
que se dibuja en el firmamento.

(…)

Voy a surcar lento aquellos miedos
de los que ha tanto quise escapar,
sólo la carne teje en mis huesos
los laberintos del boulevard
donde me encuentro con lo que fui,
con aquel hombre que me derrumba.

‘Llego a mi tumba
e hilo y aguja
bordan al mundo
en mi corazón.’

De mis pecados la única voz
que está presente tras de las sombras
llama a este juicio a todas las horas
que cuando joven desperdicié.

(…)

Lágrimas danzan y no perdonan
y me recorren, a mis hermanos
los bauticé como en el invierno
vuelven las lluvias a transitarnos

y su reflejo absuelve mis ojos
frente a otros ojos que desconozco
:
ojos rubíes, ojos macabros;
en todos ellos melancolía.

Al despuntar nuevamente el día
una mujer asoma a mi cama,
en sus cabellos la noche fría
guarda sus ímpetus,
la mañana

trae pliego a pliego todas las hojas
que al escribirse fueron al norte,
que atravesaron el horizonte
que hay en mi pecho,
ya hoy vuelto
en ruinas.

(…)

Del cielo azul su misericordia
cubre los párpados de la espuma,
hambre de auroras le configuran
hasta los límites de mí mismo.

Porque en el puerto azotan mis naves
y yo repito el cálido roce
de los oleajes que aun sin tu nombre
mueven las costas del paraíso.

(…)

Para abordar solo este navío
sobran los árboles del recuerdo,
sobran sus frutos y su ramaje,
sobran los ángeles que cohabitan
la tesitura de cada nota
que da de vueltas en mi cabeza,
sobran los juegos, los eufemismos,
los arrabales de la conciencia,
sobran los cinco dioses del limbo
y los penantes del purgatorio,
sobran historias jamás descritas,
sobran señales y sobran quiebros.

* * *


David Soules

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Publicado el: 12-08-2011
Última modificación: 28-12-2011



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