Hoy lloro soledad, lloro el tesoro
de mis amigos que tal vez se han ido
de este mundo mendaz y muy sufrido
en plena juventud y con decoro.
Lloro a la vida, a la que tanto adoro,
al momento fugaz que es tan temido,
al orto del olvido ya vencido
en los despojos del candente foro.
Lloro entonces, así, a la alborada,
a la noche procaz y tan sombría
fingida en el placer de todo pecho.
Lloro a la paz tal vez idolatrada
que endulza con rubor esta agonía
de un suspiro que gime en cada trecho.
|