Quien menos necesite de un sopor
sabiéndose incapaz de condolencia
que no intente salvar su pundonor
sin calmarse primero con paciencia.
Tampoco quiera ser espectador
de esa felicidad sin obediencia,
simulando sin queja ni dolor,
su repulsa de amarga indiferencia.
Si es mejor que se tenga bien presente
que nadie va a salir de su guarida
pendiente de poner su paz en juego,
sin surtir de razones a la mente
toda vez que se vea una salida,
y no haya contrincantes por el ruedo.
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